September 2025
    M T W T F S S
    1234567
    891011121314
    15161718192021
    22232425262728
    2930  

    yo: la hermana cruel, la que la humillaba, la que le robaba los méritos.

    Apreté el puño con todas mis fuerzas. Lo miré con los ojos encendidos, sin apartar la vista:

    —No estoy equivocada. Y no voy a pedir perdón.

    Las pupilas de Gabriel se achicaron, herido por la terquedad de mi mirada.

    —Gabriel… —gimió Camila de repente—. Me duele la mano…

    Él no dudó ni un segundo. La alzó con cuidado y la apretó contra su pecho.

    Preocupado de que tuviera frío, corrió hasta el auto y volvió con un abrigo de piel. La envolvió con ternura.

    Se me cortó el aire al verlo.

    Ese abrigo estaba hecho con mis propias colas arrancadas.

    Camila había estado dispuesta a jugarse la vida con tal de hundirme.

    Y yo, descendiente de los gatos de siete vidas, había sacrificado seis por la presión de Gabriel, solo para salvarla.

    Ni siquiera así alcanzó. El día que ganó con mi poción, apenas dijo que tenía frío… y él, para celebrarla, le regaló ese abrigo.

    Camila atrapó mi mirada. Acarició el abrigo con deleite y se hundió más en Gabriel.

    Lo último de compasión que le quedaba se le torció en desprecio. Y su voz salió helada, tajante:

    —Si no te arrodillas y le pides perdón, olvídate de casarte conmigo. Veamos cuánto aguanta tu orgullo.

    Sonreí de lado. Lo iba a decepcionar.

    En dos días me casaría con César.

    De pronto, un auto descontrolado apareció. Gabriel, transformado en una forma mitad bestia, cargó a Camila y salió corriendo. En la corrida me golpeó y me tiró al suelo. Un dolor punzante me atravesó la pierna.

    El auto venía de frente. Cerré los ojos, resignada.

    En ese instante, un calor envolvente me levantó del suelo.

    Un hombre enmascarado me sacó volando, más rápido que Gabriel.

    Abrí los ojos. Dos esmeraldas oscuras me observaban detrás de una máscara de cuero.

    Lo primero que pensé fue en los gemelos verdes que había comprado.

    Me dejó suavemente en un banco y desapareció sin palabra.

    Al llevarme la mano al bolsillo, encontré una pequeña cajita de ungüento para quemaduras que antes no estaba allí.

    A lo lejos, Gabriel acariciaba a Camila con ternura, ajeno a todo.

    Yo solté una risa amarga, saqué el anillo de pacto y lo tiré a la alcantarilla.

    Dos días después, vestida de novia con el traje de César, me rodeaban regalos lujosos. Todo parecía irreal, como un sueño prestado.

    Mis padres se acercaron, incómodos, rogándome en susurros que no hiciera confesar a Camila en público. Que lo dejara como un malentendido.

    La última chispa se apagó dentro de mí.

    Ni siquiera habían preparado un regalo de boda para mí. Siempre me inventaba excusas para justificar a mis padres, convenciéndome de que simplemente lo habían olvidado.

    Pero no: recordaron perfectamente defender a Camila.

    —¡No! Si no lo admite, yo no me caso. Y ya veremos si los Serpientes se lo perdonan.

    —Tú… —balbuceó mi madre.

    Un alboroto sacudió el salón.

    Bajé las escaleras. Gabriel estaba allí, sentado como un dueño, con una espada en la mano.

    —Alba —dijo con desprecio—, en treinta minutos el Consejo te entrega a un errante. Si te arrodillas y le pides perdón a Camila, te pongo mi marca de esclava.

    Se detuvo al ver mi vestido blanco. Frunció el ceño.

    —¿Y ese vestido? ¿Piensas eclipsar a Camila aunque vayas a ser esclava?

    Lo miré de frente y respondí con calma:

    —Gabriel, hoy me uno a otro. Y ustedes ni invitados están.

    Él rio seco.

    —Ya perdiste dos minutos. Mejor aprovecha lo que te queda.

    Chasqueó los dedos. De las sombras salieron hombres, listos para arrancarme la ropa y hacerme arrodillar.

    —¡No, Gabriel! Hoy es mi boda —grité, forcejeando.

    Entonces, detrás de mí, sonó una risa baja.

    Un hombre alto, imponente, avanzó hasta mi lado.

    —A ver quién se atreve a tocar a mi futura esposa.

    by Sensitive-Alarm9480

    Leave A Reply